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Las vacunas: lo bueno y lo malo

Hoy, diferentes científicos del mundo investigan la manera eficaz de combatir la enfermedad COVID-19. Para ello, trabajan en tres posibles tratamientos: medicamentos, anticuerpos y vacuna.

ACTUALIDAD

ESCRITO POR: MALOKA

Hoy, diferentes científicos del mundo investigan la manera eficaz de combatir la enfermedad COVID-19. Para ello, trabajan en tres posibles tratamientos: medicamentos, anticuerpos y vacuna. De estos, la vacuna es quizás la que más tome tiempo, pero aun así podría estar en un periodo record desde su investigación, pruebas, análisis y producción comparada con lo que tardan usualmente las demás vacunas. Actualmente, se están llevando a cabo cerca de 70 proyectos de vacuna por diferentes grupos de investigación, pero no hay que desconocer que si se llega a una vacuna aprobada y segura para la humanidad esta enfrentará nuevos retos, dilemas y problemas. Uno de ellos podría ser la decisión de países, poblaciones, comunidades y personas de no vacunarse ¿Por qué? Por diferentes medios circula una gran cantidad de información y movimientos sociales en contra de las vacunas y de hecho, hay un aumento significativo en la población infantil que no está vacunada. Las razones principales para que esto no se de responden a una posiciones religiosas, creencias personales o filosóficas, precauciones de seguridad y un desconocimiento de la ciencia detrás de las vacunas. Ante este panorama es muy posible que cada persona ponga sobre la mesa ¿vacunarse o no vacunarse? Y sea contra el COVID-19 o contra otros patógenos es importante que conozcamos los beneficios y los riesgos que esto conlleva.

¿Qué son las vacunas?

 

El sistema inmune es un complejo ejército con millones de células organizadas, entrenadas, armadas y dispuestas a morir en un combate ante los enemigos que se presentan día a día. Sin embargo, cuando se ve expuesto a infecciones más serías este complejo sistema puede tardar varios días en producir los anticuerpos, la mejor arma de ataque del sistema inmune, necesarios para destruir al intruso, dándole así tiempo de causar mucho daño a nuestro cuerpo. Por ello, para evitar múltiples batallas innecesarias y desgastantes, el sistema inmune guarda automáticamente en las células memoria las estrategias y anticuerpos se usaron para ganar esa batalla. Si el enemigo nos visita por segunda vez, estas células memorias despiertan y ordenan ataques coordinados y la producción de anticuerpos específicos de una manera tan rápida que pasará desapercibido, pues cuando ya superaste una infección viral en el pasado jamás volverá a enfermarte.

Los niños, usualmente siempre están más expuestos a enfermarse debido a que no tienen suficientes células memoria del sistema inmune porque ellos no han pasado por dichas batallas, es ahí donde las vacunan aparecen.

¿Cómo funcionan?

 

Obtener las células memoria mediante infecciones es desagradable y a veces peligroso, pero es una de las funciones más importantes de nuestro sistema inmune, por ello las vacunas son una forma de engañar a dicho sistema para que este obtenga esas memorias de enfermedades graves.

Una manera de hacer esto es por un lado, inyectar intrusos que no pueden hacernos daño pues están muertos o son fragmentos del microorganismo patógeno y nuestro sistema inmune afronta esta vacuna con facilidad. Por otro lado, se inyectan organismos vivos pero más débiles que las cepas naturales para no tener el riesgo que le ganen al sistema inmune, pero lo suficientemente fuertes como para molestarlo y así crear células memoria. Esta es una de las razones por las cuales las vacunas también nos pueden hacer sentir mal unos días. Entonces, los principios básicos de este proceso son inyectar cepas vivas o muertas de los patógenos, hay una reacción del sistema inmune, se generan células memoria y se produce inmunidad contra la enfermedad.

Algunos virus como los que originan las diferentes gripes mutan muy rápido y se hace necesario sacar vacunas cada año o menos, aun así las vacunas nos pueden proteger por años o incluso toda la vida.

¿Entonces, cuál es el problema?

 

Como todo en la vida, las vacunas también tienen sus riesgos, especialmente en los efectos secundarios, pero esos riesgos son comparables a los que genera el cinturón de seguridad que estadísticamente puede generar traumatismos a algunas personas, pero que salva más del 80 % de vidas en un accidente de tránsito. Un ejemplo claro de ello es el sarampión. Antes que estuviera disponible la vacuna en 1963, cada año se enfermaban cerca de 135 millones de personas y más de 80 mil murieron. Hoy, después de casi erradicada dicha enfermedad siguen presentándose casos y brotes en diferentes poblaciones del mundo, esto especialmente por el aumento de movimientos sociales antivacunas, pero ¿Qué pasaría si dejamos de vacunarnos contra el sarampión? Posiblemente, se presentaría un brote que podría infectar a millones de niños al mismo tiempo, no solo colapsando el sistema de salud, sino teniendo serias afectaciones a muchos. Cerca del 98 % por ciento tendría fiebres muy altas y el desagradable sarpullido que caracteriza esta enfermedad, de ese 98 % un 8 % podría presentar diarrea, un 7 % sufriría una infección severa de oído causando la perdida de la audición, un 6 % podría presentar un cuadro grave de neumonía y podrían morir y un 0,1 % padecería encefalitis que también los podría llevar a la muerte. Bajo estas condiciones y dependiendo la cantidad de millones de niños que se infecten, más de 20000 niños morirían y los restantes tendrían dos a tres pésimas semanas de diferentes síntomas y estarían expuestos a otras complicaciones médicas mientras su sistema inmune vence en esa batalla.

Ahora, veamos el lado opuesto. Los mismos millones de niños se vacunan contra el sarampión aplicándoles la triple viral (sarampión, rubéola y paperas). De esos millones el 10 % padecerá fiebre, un 5 % padecerá un leve sarpullido y un 0.01 % podría desarrollar una reacción alérgica severa que necesite ser tratada, un 0.001 % tendría una inflamación genital y 0.0001 % podría presentar una encefalitis. En una cifra hipotética de 10 millones de niños vacunados esto significaría que solo 10 niños se verían expuesto a esta última complicación y 120 padecerían los efectos secundarios que pueden ser graves pero que se pueden tratar ¿Y el autismo? Muchas personas y muchos movimientos antivacunas exponen que las vacunas generan autismo, pero existen varios estudios científicos que desmienten esto y no encuentran ninguna relación entre las vacunas y el autismo.

Aunque los efectos secundarios de las vacunas siguen siendo el soporte para las personas y los movimientos antivacunas, las evidencias muestran que es mucho más peligroso enfrentarse a las infecciones y sus enfermedades que a los efectos de las vacunas. En el 2017, cerca de 110000 personas murieron por culpa del sarampión en todo el mundo y sin la vacuna 300 niños morirían diariamente, pero ¿Qué pasa con los niños que son alérgicos? Realmente muchos niños en el planeta pueden ser alérgicos y ante ellos una vacuna podría llevarlos a la muerte. En estos casos lo que salvaría la vida de estos niños sería la inmunidad colectiva, es decir, que todos los miembros a su alrededor estén vacunados y así no ser un vector de infección, pero eso implica que casi el 95 % de la población esté vacunada.

Ante esto ¿Qué hacer? Informarse, documentarse y revisar fuentes confiables. La ciencia toma tiempo, pero siempre ha permitido el debate y es a partir de las dudas, los estudios y los resultados que se construye. La vacuna contra el COVID-19 puede que se demore no solo por la falta de recursos que se le destinan a estos proyectos, sino porque los proyectos de vacunas que se hicieron contra el coronavirus SARS-CoV generaron en varios ensayos clínicos con animales un fenómeno peligroso llamado mejora dependiente de anticuerpos que dejan al cuerpo más expuesto a enfermedades graves tras la inoculación de la vacuna, por eso no se llegó a una vacuna oficial en el brote que se presentó en el 2002-2004. Este ha sido el principal problema ante proyectos de vacunas contra el dengue, donde los anticuerpos de la vacuna conducen al virus de esta enfermedad hacía las células vulnerables en lugar de destruir el patógeno. Ahora bien, si finalmente algún proyecto de vacuna es viable y se autorice existirán otros problemas que van desde la producción en masa hasta decisiones políticas y procesos administrativos de cada país para su aplicación, regulación y costo. Mientras la ciencia encuentre un tratamiento eficaz ya sea con medicamentos, el uso de anticuerpos de quienes ya se curaron del COVID-19 o una vacuna, las únicas herramientas con las que seguimos contando es el correcto lavado de manos y de cara y el aislamiento físico que nos invita a estar alejados de cualquier persona a mínimo 2 metros de distancia. El COVID-19 es una enfermedad nueva, seguimos desconociendo muchos detalles de su naturaleza, lo que ayer se dijo hoy ya cambio y no sabemos con certeza cómo se va ir comportando, por ello utilicemos de la mejor manera lo que sí sabemos de este virus y la enfermedad que produce.

Referencias