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Sistema inmune: un arsenal en el cuerpo

Todos los seres vivos vivimos en un mundo hostil lleno de millones de microorganismos, tanto “buenos” y/o “malos” para quien los hospede, que quieren invadir y habitar nuestros cuerpos.

ACTUALIDAD

ESCRITO POR: MALOKA

Todos los seres vivos vivimos en un mundo hostil lleno de millones de microorganismos, tanto “buenos” y/o “malos” para quien los hospede, que quieren invadir y habitar nuestros cuerpos. Por ello, el sistema inmune ha evolucionado en una compleja red de doce funciones que incluyen vigilancia, defensa, espionaje, fabricación de armas y combate que cualquier conjunto militar desearía tener.

Ahora bien, como ejército, el sistema inmune consume una gran cantidad de recursos especialmente produciendo casi veintiún tipo de células inmunes especializadas donde cada una cumple cerca de cuatro funciones y de las que depende para ganar las batallas. Además, estas células requieren un complejo entrenamiento que incluye cursos de programación genética para que puedan estar listos antes de patrullar el cuerpo.

Por si fuera poco, para que el sistema inmune lleve a cabo sus múltiples funciones debe llevar a cabo dos procesos extra 1.) reconocer o diferenciar las estructuras celulares de los patógenos o toxinas con las células propias del huésped para así poder eliminar la amenaza sin causar daño en los propios tejidos y 2.) tener una capacidad adaptativa de aprendizaje y memoria biológica después de las infecciones y así reconocer a los enemigos después de los años.

A continuación, simplemente presentaremos unas cuantas células y su protagonismo dentro de una posible infección bacteriana, pero la compleja red de relaciones, funciones y acciones del sistema inmune es tan amplia y tan increíblemente sofisticada que aun la ciencia desconoce grandes detalles de sus procesos.

¿Cómo actúa?

 

Un día común y corriente amaneces con malestar general, sientes que al pasar saliva tu garganta está tan áspera como una lija y hay un dolor insoportable. Pues bien, en la noche anterior mientras dormías alguna bacteria logró invadir la primera línea de protección que tienes y sin más, empezó a utilizar los recursos que están en tu cuerpo para reproducirse. Pasadas varias horas, su presencia es inevitable y el equipo de vigilancia del sistema inmune alerta de la situación para detener este enemigo. La primera línea de células guardia, llamadas macrófagos, interviene. Estas células son grandes y están encargadas de proteger todas las regiones límite del cuerpo. De hecho, ellas solas, usualmente, pueden soportar un ataque pues por su tamaño pueden devorar hasta 100 intrusos cada una encerrándolos dentro de una membrana donde liberan enzimas que los matan. Estas células también causan inflamación en nuestro cuerpo para que los sistemas alrededor de la infección liberen agua al campo de batalla y así la lucha sea más fácil. Es por esta razón que una herida, una lesión o una infección viene acompañada de una inflamación.

Cuando los macrófagos consideran que necesitan refuerzos liberan unas proteínas mensajeras con geolocalización exacta, una clave Morse muy sofisticada, que le avisan a los Neutrófilos. Estas células son guerreros muy fuertes que generalmente crean una barrera entre ellas para evitar el paso de patógenos, los atrapan y los matan. Sin embargo, en la lucha son tan violentos que incluso matan células de nuestro propio cuerpo, por eso en su entrenamiento están programadas a suicidarse cada cinco días aproximadamente para no generar un daño mayor.

Si la lucha sigue siendo intensa y aún no se contiene el patógeno, sea cual sea y dependiendo su nivel de ataque, el cerebro del sistema inmune entra en acción: la célula dendrítica se activa y al mejor estilo de un espionaje sigiloso reacciona a las señales de los soldados y empieza a recolectar muestras genéticas de los enemigos, una vez analizada esta información debe tomar una decisión crucial ¿A quién pedir ayuda? ¿A células antivirales o a un ejército antibacterias? Dada la naturaleza del enemigo se debe buscar ayuda para matar bacterias y entonces, en un viaje de aproximadamente un día se llega al cuartel necesario: un nodo linfático que alberga millones de células ayudantes y linfocitos T que esperan ser activadas tras un entrenamiento difícil y complicado que reunió a muchos aspirantes a estas tropas, pero que solo un cuarto sobrevivió y pasaron el curso. Estas células están equipadas con una arma letal que busca la célula dendrítica, un arma que encaje en los receptores celulares de las bacterias que investigo y después de buscar en los planos de muchos linfocitos T, encuentra el elegido, lo activa y rápidamente este se duplica casi mil veces.

Ese nuevo ejército formado y listo para seguir órdenes, se divide en tres tropas: unos quedan a manera de memoria en el nodo linfático y con ello hará que seamos inmunes a este enemigo la próxima vez que llegue a invadir. Otros, viajan al campo de batalla como refuerzo y un tercer grupo se dirige al centro del nodo linfático para activar una poderosa fábrica de armas. Cada linfocito T viene “acompañado” desde el nacimiento, por así decirlo, con un linfocito B y cuando un linfocito B y un linfocito T con la misma configuración se unen el enemigo debe estar preparado para lo peor.

El linfocito B se duplicará hasta producir millones de copias y cada una producirá millones de armas microscópicas. El trabajo es tan arduo que los linfocitos B podrían morir en la producción por no tener descanso, pero sus compañeros los linfocitos T las alientan a seguir y no parar hasta haber multiplicado las armas para matar a cada uno de los enemigos. Los linfocitos B fabrican los famosos anticuerpos, pequeñas proteínas que se diseñan para unirse a la superficie de la membrana celular del intruso y que las inhabilitará o matará. De hecho, se fabrican diferentes tipos de anticuerpos para trabajos distintos y millones de anticuerpos inundan la sangre y saturan todo el cuerpo.

En el campo de batalla, la situación está saliéndose de control, los intrusos se han multiplicado y aunque han llegado refuerzos y sus soldados lo están dando todo, no son capaces de retener la infección y millones de estas células mueren y ya se empieza a sentir mayor daño en el cuerpo. En esta parte de la historia, nosotros nos sentiríamos muy mal, podríamos estar en cama, con múltiples signos de infección y sin fuerzas para seguir.

Sin embargo, adentro la lucha continua y los millones de anticuerpos empiezan a llegar desactivando a los enemigos, haciéndolos inútiles o matándolos en el proceso. Con las bacterias aturdidas, muertas o inhabilitadas, los macrófagos retoman fuerzas y sin detener continúan comiéndose las bacterias que tienen anticuerpos pegados a su membrana celular y que sirvieron como hackers desactivando su propio campo de defensa. El final de la historia cambia: la infección es eliminada ¡Los nuestros han ganado! Tú ya te sentirás un poco mejor, pero muy cansado, agotado y aún con rezagos de esos días de batalla al interior del cuerpo.

Si este enemigo aparece otra vez, ya tu sistema inmune lo tendrá controlado antes que te des cuenta y poco a poco el exceso de nuestros soldados que cumplieron tan feroz batalla se suicidarán para no gastar demasiada energía. Tu vida vuelve a la normalidad, pero tu sistema inmune se hace más fuerte para seguir protegiéndote.

Referencias